Tan rápido, tan rápido que…
Era un hombre tan rápido, tan rápido, tan rápido que se daba por culo al rodear una plaza.
Era un hombre tan rápido, tan rápido, tan rápido que se daba por culo al rodear una plaza.
Era tan débil, tan débil que si parpadeaba se caía para atrás.
Era tan alto, tan alto que no tenía sien, sino mil.
Era tan bajito, tan bajito que para bajar de la acera saltaba en paracaídas.
Era tan simple, tan simple que ponía azúcar en la almohada para tener dulces sueños.
Era tan gorda, tan gorda que era mejor saltarla por encima que rodearla.
Era una iglesia tan pequeña, tan pequeña que el cura en vez de decir «podéis sentaros» decía: «¡cuerpo a tierra!»
Era un niño tan feo, tan feo que cuando jugaba al escondite nadie lo buscaba.
Era un hombre tan resfriado, tan resfriado, tan resfriado que tenia el pañuelo más sonado que el himno nacional.
Era tan feo, tan feo, tan feo que cuando nació, el doctor le dio la cachetada en la cara.